¿Quién soy?
Te doy la bienvenida a mi blog.
Soy Marcela Benavides, vivo en Bogotá con mi esposo y nuestros dos gatos, Lupe y Biko.
Provengo de una familia amorosa y autoexigente.
Trabajo desde hace una eternidad como productora de televisión y contenidos, siempre en medios públicos y proyectos que aporten a la construcción de identidades diversas, al acceso a la cultura y la educación.
Disfruto de estudiar y aprender cosas nuevas, hago journaling en medios mixtos, cocino, invento recetas, me gusta mover el cuerpo suavemente, los masajes me reponen, viajar y observar el mundo me nutre.
Paso mucho tiempo leyendo y pensando, pienso mucho, la introspección es para mí una ruta reveladora y fructífera que me ha permitido conectar con muchas de mis partes ignoradas, negadas y escondidas para entender y atender mis necesidades y motivaciones, para saber quién soy.
Me diagnosticaron lupus eritematoso sistémico hace 18 años y por fortuna no ha afectado mis órganos vitales, sin embargo, los dolores musculares, articulares y la fatiga me acompañan desde entonces. Un martes de noviembre de 2013 empecé a sentir un nuevo dolor, una punzada muy fuerte en la nalga derecha que me hizo pensar que me había golpeado, hice cientos de horas de fisioterapia y poco a poco el dolor se hizo más presente e incapacitante hasta dejarme casi paralizada, me diagnosticaron sacroileitis, me hicieron muchos tratamientos.
Podría llenar páginas con todas los medicamentos y alternativas que ensayé y el dolor nunca se fue, por el contrario se empezó a extender a la espalda, las rodillas, los talones, los hombros, los codos, en fin, a todos los lugares del cuerpo donde se insertan los tendones con los huesos. Rodé de médico en médico y solo en 2022, nueve años después me diagnosticaron, espondilitis anquilosante, el tratamiento sólo funciona para mitigar el avance de la enfermedad, pero el dolor se quedó para siempre. Con el dolor crónico llegaron la rabia, la frustración, la desorientación, la ansiedad y la depresión.
El dolor fue incendiando cada una de las cosas que amaba hacer y arrasó con mi sentido de identidad. ¿Quién sería yo si no pudiera volver a hacer lo que solía hacer? Ser y hacer, fueron sinónimos, un pensamiento claramente influenciado por la sociedad de la productividad que nos vende la eficiencia y convierte nuestra existencia en capital.
Todos estos años he estado estudiando formal e informalmente, entendiendo y probando diferentes técnicas y tratamientos paralelos a mi tratamiento médico para bajarle el volumen a mi dolor, a mi fatiga crónica y a mis malestares emocionales, sociales, he podido lograr convivir largos periodos con mi condición y disfrutar de la vida, trabajar y volver a tener independencia. Es un viaje irregular y cambiante en el que se aprende poco a poco cuándo flotar, remar, aferrarse a la orilla, navegar mar adentro, zambullirse en la profundidad, explorar o volver a tierra.
Me certifiqué como coach de salud y bienestar con énfasis en dolor crónico de Pain Coach Academy en Montana, pero no me siento cómoda con el significado de “coach” porque se conecta mucho con la comprensión de un entrenador para la productividad. Es evidente que la noción de bienestar en la sociedad actual hace parte de una “industria” en la que abunda un mercado de milagros prometidos por “terapeutas”, “gurúes”, “sanadores” que hacen retiros de una semana, leen dos libros y se autodenominan “coaches” y se atreven a acercarse a gente vulnerable sin tener idea de lo que hacen, repitiendo fórmulas de autoayuda. Ahí quiero hacer una gran diferencia en el método y aproximación a las mentorías.
Además de la formación en gestión del dolor crónico, hice un curso en prevención y gestión del dolor crónico en la Universidad Autónoma de Barcelona y otro en la Universidad de Minnesota. Luego hice una certificación en anatomía, fisiología y patología para yoga terapéutico con FisiOM Yoga en Argentina. He incorporado componentes de la medicina y la nutrición ayurvédica y actualmente estudio el programa Ser Cuerpo, profundización en la experiencia somática, dedicado a la percepción, el embodiment y el pensamiento corporal.
Sigo explorando y cultivado un largo camino que combina aspectos de muchas herramientas y estoy convencida de que la comprensión del dolor crónico desde la neurociencia para integrar a mi estilo de vida prácticas y hábitos que dialogan con mis emociones, pensamientos, mi alma, mi entorno social y mi espacio medioambiental, ha hecho una gran diferencia en mi capacidad de adaptación a disfrutar de vivir, aun, con dolor crónico.