Mi relación con el dolor
El dolor para mí es como un invitado al que traje a casa por conveniencia, porque avisa de peligros importantes que solo él conoce.
Solo que el tipo, porque lo veo con una personalidad muy masculina… pierde el control y empieza a abusar del poder que tiene, invade todo, destroza la casa como un borracho desbocado y claro, me asusta y no sé qué hacer…me paralizo.
Pasan días, meses y busco ayuda para convencerlo por las buenas de que se vaya, incluso por las malas, pero no se va nunca, muchas de las cosas que intento solo empeoran mi sensación. Pienso en largarme y dejarlo solo..pero ¿cómo se va uno de su propio cuerpo?
Entonces empiezo a resignarme de que por mucho que haga, él nunca se va a ir y que lo que hay que hacer es mantenerlo lo más tranquilo posible para que no se desmadre y deje de arrasar.
Empiezo a observarlo, a tratar de entenderlo para saber qué cosas son las que lo hacen enojar y busco cómo tenerlo en calma para que me permita reconstruir lo que ha roto. Eso hace que yo empiece a descubrir espacios que nunca había habitado, objetos a los que nunca les había prestado atención y que comienzan a ser valiosos para alejarme de su siniestra influencia.
Estaremos en esta casa/cuerpo encerrados para siempre y adonde yo vaya, él también irá y a veces por mucho que yo haga para mantenerlo sereno, él se va a ensañar y yo tendré que esperar a que le pase, observando, hablando con él cuando lo permita, tratando de entender qué quiere de mí y explicándole que quiero de él.
Es una relación de gran desigualdad porque no tenemos tantos pensamientos ni objetivos en común. Es una relación de desconfianza mutua, de engaño y muchos trucos que a veces funcionan, otras veces no. No le gusta el estrés, no le gusta que lo mire mucho, pero tampoco que lo ignore.
Y es que no solo se afecta por lo que yo haga o deje de hacer, también se afecta por el clima, por la luna, por la presión, por el ruido…
Llegué a odiarlo, pero me di cuenta de que eso me quitaba la poca energía que me quedaba por su culpa. Desde que empecé a tratarlo bien él aflojó bastante, ya no me siento como su prisionera todo el tiempo pero tiene una personalidad tan volátil que con él nunca se sabe. Le he perdido el miedo, pero no crean a veces le tengo pavor porque puede ser muy violento.
He aprendido a lidiar con él y creo que ya hasta me quiere un poco, eso sí, aunque estamos juntos siempre, él no soy yo, ni yo soy él.