Gaslighting médico
Al dolor que he sentido todos los días en el cuerpo por el Lupus Eritematoso Sistémico y la Espondilitis Anquilosante a lo largo de estos 10 años, se le han superpuesto un montón de capas de dolores que no son míos y que he aprendido a no recibir, pero no siempre fue así.
Cuando no sabía qué enfermedad tenía, llegué a creer que estaba empezando a enloquecer, porque en una misma semana sentía dolor como si me hubiera golpeado o torcido un tobillo o una rodilla y tenía que cojear al caminar, y la molestía desaparecía de la misma forma repentina en que llegaba y pasaba a un codo o un hombro, luego al cuello o una muñeca y así unos entraban, otros salían algunos con una leve inflamación, otros sin ningún signo visible. La gente a mi alrededor, los compañeros de trabajo, algunos familiares y amigos me miraban con sospecha, si yo misma no entendía y me sentía insegura respecto a lo que sucedía, pues ellos que no lo sentían, peor.
Luego de decenas de consultas y pruebas diagnósticas logré aprender que a esta forma de dolor la llaman poliartralgias y polimialgias migratorias y que son características de varias enfermedades autoinmunes, enfermedades invisibles y por eso resultan tan difícil de diagnosticar. A esta altura todos los médicos deberían saberlo, sobre todo los que se especializan en este tipo de enfermedades como los reumatólogos, pero no resultó ser el caso en ese momento.
Con el tiempo, los dolores se fueron instalando con distintos grados de intensidad, pero en determinados momentos el volumen subía a tal punto de dejarme sin aliento y el reumatólogo que me trataba en esa época me decía, usted no se va a morir de eso, estas enfermedades matan a la gente, pero no es su caso, usted dice que tiene dolor pero no tiene inflamaciones visibles y los marcadores de laboratorio no muestran grandes alteraciones.
Yo esperaba que el experto en estas enfermedades me diera luces para entender eso que me sucedía y que estaba haciendo tambalear mi vida como la conocía hasta ahora, pero no, él se limitaba a darme órdenes de terapia física e incapacidades, sin explicar nada.
El dolor aumentaba con la terapia física y la medicación apenas funcionaba y me producía sueño, cansancio, babeo… Las citas se volvieron un loop donde iba a repetir lo mismo: doctor, me sigue doliendo mucho, doctor, no logro levantarme sola, doctor, no me puedo vestir sola, ni apuntar la ropa ni atar los zapatos, ni hablar de escribir en el computador, doctor, voy a perder mi trabajo.
Al cabo de un par de años, por fin pensé que se había interesado en mí caso cuando empezó a preguntarme cosas sobre mi vida personal, mi profesión y mi trabajo y cuál sería mi sorpresa cuando cita tras cita me decía, ¿no será que el dolor que cree que siente es psicológico por lo que no pudo concebir hijos? ¿No será que no le gusta su profesión y su trabajo y por eso no tiene ganas de ir a trabajar? Hace días que no veo a su esposo acompañándola a las citas ¿no será que está mal con él y está somatizando el dolor? Me parece que usted está muy emocional, muy nerviosa….
En ese momento me sentía frustrada, confundida, paralizada -literalmente- y no fui capaz de responder como se lo merecía, no sabía ni qué decir, la dificultad de conseguir las citas y de recibir la medicación, etc. hizo que guardara silencio por temor a las represalias, pero esas capas de dolor, de indignación y de inseguridad pesaban.
Comencé terapia psicológica porque creí que quizás sin darme cuenta estaba exagerando o incluso inventando mi dolor, pero no veía cómo podía pasar eso, yo sentía que me dolía. Muy pronto mi terapeuta me hizo entender que el dolor como experiencia subjetiva y personal, se afecta por el estrés, los pensamientos y emociones, quizás esto es lo que de manera torpe y nada sutil quería decir el doctor aquel, pero la forma en que lo planteó lo único que hizo fue sembrar dudas en mi propia cabeza que hicieron pensar que quizás tenía razón y que estaba mal de la cabeza y que era algo emocional…Y pues claro que también es emocional, pero no en el sentido que lo dio a entender, como algo imaginado, no real, como la transformación de problemas psicológicos en síntomas, enfermedades y dolores. Por fortuna con la ayuda de la terapia logré enfrentar al médico asertivamente y ponerlo en su lugar, y cuando hizo las pruebas correctas, pudo concluir que tenía espondilitis anquilosante, además del lupus que arrastraba años atrás y que esa enfermedad produce dolores fuertísimos.. aguanté 10 años sin saber qué tenía y sin tratamiento adecuado. Luego pude por fin cambiar a otro con menos prejuicios y limitaciones para comprender el dolor en todas sus dimensiones.
El gaslighting se define como la acción de una persona de intentar que el interlocutor dude de su razón o juicio mediante una prolongada labor de descrédito de sus percepciones y recuerdos, es decir descalificar lo que siente y convertirlo en otra cosa. Me preguntaba por qué un médico ejercería este tipo de violencia sobre una persona que sufre y tengo la hipótesis de que les cuesta mucho trabajo reconocer sus limitaciones, su poder para curar y cuando no lo logran, les resulta más fácil, culpar al paciente. Tratar el dolor crónico desde una sola perspectiva debe ser muy frustrante porque es ineficaz, la medicina nos compartimenta en fallos inmunológicos, daños mecánicos, pies, columna, manos, cabeza, útero, estómago, pulmones, etc. etc.
Ahí es donde empiezo a querer aprender más a través de dos vías, el autoconocimiento y el estudio del dolor desde perspectivas históricas, sociológicas, antropológicas, psicológicas, médicas, biológicas, anatómicas, fisiológicas y neuronales, para conectar conceptos con mi propia experiencia y reflexión para entender mis dolencias.
Y es que nuestras dolencias no son solo funcionales y/o, psicológicas, intervienen muchas dimensiones y la más importante de la que pocos médicos hablan es la neurológica, entonces cuando te dicen que tu enfermedad o tu dolor está en tu cabeza, en efecto está en tu cerebro y tu sistema nervioso….que no es lo mismo que es mental o emocional.
El dolor crónico afecta en mayor porcentaje a las mujeres y a su vez el gaslighting médico es una práctica abusiva frecuente que afecta sobre todo a las pacientes mujeres, la falta de credibilidad constante en nosotras, no solo genera capas de inseguridad, incertidumbre, miedo, vergüenza, indignación, frustración, confusión y rabia que empeoran nuestra experiencia de dolor, sino que hace que los diagnósticos tarden más de lo debido con consecuencias nefastas ya que en muchos casos si el dolor se trata adecuadamente y a tiempo tiene menos posibilidades de cronificarse y eso es algo que todos los médicos deberían saber.
A los pacientes hombres los médicos no les cuestionan sus síntomas por no tener hijos, ni les dicen que somatizan sus emociones o que exageran porque están nerivosos. La estigmatización de las mujeres desde el inicio de los tiempos con diagnósticos como la histeria que atribuye al útero como causa de las enfermedades nos impide un tratamiento humano, digno, respetuoso y adecuado.
La verticalidad de los médicos que ostentan el poder de curar debe cuestionarse y nunca deberíamos aguantar ser luz de gas, debemos abogar porque la formación de los médicos en relación al dolor crónico mejore y se entienda como un problema multidimensional que no sólo es una dolencia física sino que se afecta por nuestras emociones, pensamientos, relaciones sociales, estilo de vida, por el medio ambiente, memoria, creencias y expectativas y que deriva en una hipersensibilidad de nuestro sistema nervioso y así se debe tratar.
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