Skip to content

Mi relación con el trabajo y el descanso

Esto lo escribí el 31 de mayo, pero solo puedo publicarlo hasta hoy.

A finales de mayo decidí renunciar a mi trabajo como líder de contenidos ciudadanos, culturales e infantiles de dos canales públicos de mi ciudad, roles que venía desempeñando por más de 4 años. 

El cansancio y aumento de síntomas que no tenía hace tiempo me hicieron volver a pensar en las disyuntivas que nos plantea cada tanto el dolor crónico a quienes podemos trabajar. Soy consciente de que hablo desde el privilegio de que en 10 años con dolor crónico solo he pasado un año entero sin poder trabajar debido al dolor y la fatiga crónica, conozco muchas pacientes que han tenido que abandonar su trabajo, cambiar de oficio o de hecho no trabajar en absoluto con todas las pérdidas simbólicas y económicas que conlleva.

Elegí una profesión demandante, la producción de televisión, que por su naturaleza,  implica atención constante, poco descanso y además durante 24 años he tenido cargos de liderazgo de equipos una carga de responsabilidad extra, que debo decir me ha gustado siempre, porque lo hago bien. Pero incluso cuando no estaba enferma siempre me ha hecho ruido la tensión entre trabajo y descanso en la que me cuesta hallar puntos medios. 

La responsabilidad, el perfeccionismo y el control en el ámbito laboral son mi kriptonita y tengo con ellos una relación de amor y odio porque amo mi profesión, he disfrutado enormemente los trabajos que hago, convencida de que aportan sentido a mi propósito de vida, a la transformación de la sociedad, el crecimiento creativo que por demás me divierte y me hace aprender todo el tiempo. Sin embargo, tener dolor para siempre implica que cuento con menos energía, menos tolerancia al estrés,  altibajos en la salud física, en el equilibrio emocional, en contar con poco espacio para que la cabeza descanse, en energía y tiempo ultralimitado para la vida social porque el día se va en hacer todo lo que debo hacer para mitigar el dolor movimiento, sueño, pausas activas, comida antiinflamatoria, meditación… para poder trabajar de la manera en que creo que requiere mi rol.

Este año estoy estrenando gerente y cada vez que cambio de jefe el estrés crece porque temo que no haya comprensión de mi situación particular, además de la adaptación al cambio de las metodologías y modelos de trabajo. Hace años, me prometí ser transparente y sincera para no estar ocultando mi condición de salud frente a jefes, equipos de trabajo y compañeros, eso para mí sería mucho más estresante. Los menos allegados difícilmente creen que esté enferma o “así de enferma”, ustedes ya saben, nuestro pan de cada día con las enfermedades invisibles. Cuando tengo reuniones presenciales me veo como cualquier persona, no estoy encorvada, no tengo ningún signo visible en el cuerpo que ellos puedan ver. Hace falta tanta pedagogía sobre estas enfermedades…

Antes, me preocupaba cuando la gente me hacía sentir con hechos y palabras que trabajar en casa era una prebenda detrás de la que yo me resguardaba por algún tipo de influencia corrupta para recibir un sueldo sin trabajar, aun cuando los resultados evidenciaban que no era así. Por fortuna, una de las pocas cosas que trajo la pandemia, fue que el teletrabajo se popularizó y la mentalidad de quienes desconfían de lo que se hace por no estar “de culo en silla presente” también en su mayoría se modificó.  

Para mi suerte, otro privilegio con el que he contado, siendo honesta, sin modestia y sin ganas de sonar pretenciosa,  es que me he ganado por mi trayectoria laboral, mi conocimiento y mi forma de trabajar el beneficio de poder negociar las modalidades de trabajo y tanto esta nueva jefe como los y las jefes anteriores que he tenido en todos los años de enfermedad me han respaldado, han sido comprensivos y me han permitido trabajar desde casa mayormente desde hace casi 10 años..

Esta nueva gerente me ha sugerido tomar una semana de descanso total y ha comprendido mi condición y confía en que puedo hacer mi trabajo a cabalidad siempre y cuando ahorre la energía que se iría en desplazamientos diarios, en sentarme en sillas no ergonómicas, en tener que salir a almorzar y volver, el cargar mi mochila con el computador por toda la ciudad, el no poder recostarme 15 minutos para reponer el cansancio, el no tener a mi alcance las bolas, bandas, paquetes de calor y demás artefactos que uso para poder convivir con el dolor.

Este ahorro  de batería, me permite trabajar el tiempo suficiente para cumplir con todas mis obligaciones y tomar tiempo para las acciones que requiero para estar mejor. Yo permanezco mucho en casa además de que trabajo desde aquí mayormente, salgo una o dos veces a la semana al canal. 

Salgo también por temas médicos, de resto mi vida social transcurre aquí, mis amistades me visitan, charlamos con frecuencia por teléfono y bueno el ocio para mí es leer, ver películas y cosas tranquilas. Mi familia vive a pocas cuadras de casa y entonces salir a almorzar de vez en cuando no es un esfuerzo extraordinario.

El movimiento, la hidratación, el descanso, las pausas, el sueño, la escritura, la preparación de contenidos para Dakini, jugar con mis gatos y charlar, resultan parte de mi terapia, pero a veces la energía no alcanza y por eso los blogs se tardan…Y sí, con Dakini empecé a estresarme por no alcanzar a hacer todo lo que me propongo a tiempo, pero tengo que ser consecuente, tengo dolor crónico y hago lo que puedo, cuando puedo para poder seguir cuidándome,  si ustedes no lo entienden, ¿entonces quién?

Igual es bien particular lo que he encontrado en la mayoría de personas que he conocido durante este tiempo que tienen dolor crónico por una enfermedad u otra:  somos personas que le damos gran importancia al trabajo bien hecho, que tenemos o hemos tenido  dificultades para conectar emoción, cuerpo y mente y más bien hemos privilegiado la cabeza, experimentamos el mundo de una manera más profunda e intensa que otros, procesamos  mucha información del entorno, somos capaces de detectar sutilezas y detalles a veces imperceptibles para otros y tendemos a analizar en exceso, a rumiar. 

Volviendo al tema de la sugerencia de vacaciones de mi jefe… Amo viajar desde siempre pero el miedo que me produce, no es poco. He viajado por trabajo 3 veces en estos 4 años y han sido detonantes de empeoramientos por la imposibilidad de controlar espacios, planes diarios, entre otros, pero he logrado recuperarme con relativa rapidez.

En definitiva, mi jefe me ha convencido de continuar y así lo haré, luego de descansar y repetir en Costa Rica un tratamiento Ayurveda que me ayudó hace 4 años. Viajar una semana entera de vacaciones en medio de un pico de fatiga y dolor es pánico y también emoción pura, por eso me decanté por un viaje de tratamiento y descanso total, sola, donde todo sea leve y esté controlado para mi bienestar, ya les contaré cómo termina.