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Dolor crónico: otra brecha de género que afecta más a las mujeres

Artículo de Florencia Magdalena Méndez, Pamela Góngora y Marixa Guerrero.

Publicado originalmente en el Blog del Banco Interamericano de Desarrollo en septiembre de 2024.

En salud, al igual que en educación, mercados laborales y otros sectores de la sociedad, existen brechas de género importantes. Según el más reciente reporte del World Economic Forum, las mujeres pasamos alrededor de 25% más tiempo de nuestras vidas con problemas de salud y tenemos mayores probabilidades de enfrentar barreras de acceso a los servicios asistenciales. Esta brecha de género en salud equivale a 75 millones de años de vida perdidos cada año por mala salud o muerte prematura.

Elinor Cleghorn en su libro “Enfermas: Una historia sobre las mujeres, la medicina y sus mitos en un mundo de hombres”, repasa estas desigualdades históricas.

La revista The Lancet también publicó recientemente una revisión sistemática de las diferencias en salud entre mujeres y hombres en las principales causas de carga en salud, con escasos avances en la reducción de estas desigualdades entre 1990 y 2021. En este contexto, una de las brechas que suele pasar desapercibida es la de género en la medición y tratamiento del dolor: ¿cuál es la situación en América Latina y el Caribe? Y más importante: ¿qué podemos –y debemos– hacer para cerrarla?

Fuente: Estudio de la Carga Global de Enfermedades, Lesiones y Factores de Riesgo (GBD) 2021.
Nota: Un AVAD es una medida que calcula la cantidad de años perdidos debido a muertes prematuras o por discapacidad. Un AVAD equivale a un año de vida saludable perdido. Esta medida combina tanto el impacto de la mortalidad como de la morbilidad, proporcionando una visión integral del impacto total de las condiciones de salud en la población.

Radiografía de las desigualdades de género en dolor
Según los últimos datos sobre la carga de enfermedad en América Latina y el Caribe, las mujeres soportan una carga de enfermedad notablemente mayor que los hombres en condiciones de salud que causan dolor crónico. Por ejemplo, el impacto del dolor lumbar y los trastornos de cefalea es significativamente mayor en mujeres, con una carga de discapacidad que casi duplica la de los hombres. En el caso de la artritis, la carga global también es más alta en mujeres.

Los pocos estudios latinoamericanos disponibles reportan un predominio del dolor crónico en mujeres. En Brasil, por ejemplo, la prevalencia de dolor crónico es casi 5 veces más alto en mujeres que en hombres (85% vs 16%). Una brecha similar se encuentra en el caso de Colombia (79% vs 21%). En Chile, aunque la diferencia no es tan alta, las mujeres reportan una mayor prevalencia de solicitud de baja médica con prescripción (licencia laboral por enfermedad), con un 61% frente al 39% de los hombres.

Esta vulnerabilidad al dolor se atribuye en gran medida a factores sociales que acentúan las brechas de género, como la exposición temprana al estrés, largos periodos de sueño interrumpido y de mala calidad –en particular en el período de lactancia y crianza–, así como condiciones laborales más precarias desde edades tempranas. A esto se suman el desafío de conciliar roles de cuidado –que recaen por lo general sobre mujeres– con responsabilidades laborales y domésticas, y la falta de apoyo familiar. Sin embargo, no solo las condiciones sociales determinan las diferencias de dolor entre ambos sexos.

Hallazgos científicos de los últimos años indican que las respuestas neurofisiológicas y neuroinmunológicas son diferentes en la mujer y en el hombre. Por ejemplo, investigaciones con recién nacidos han encontrado que las niñas tienen una mayor respuesta cerebral al dolor evidenciada por una mayor activación del cerebro ante estímulos dolorosos como la toma de una muestra de sangre. Estos hallazgos sugieren la aparición temprana de una mayor conectividad anatómica y funcional en el cerebro de las mujeres desde el nacimiento. Esto sugiere que el diagnóstico y las terapias para combatir el dolor se deben realizar teniendo en cuenta estos componentes biológicos y sociales.

Cada vez más estudios sugieren un sesgo de género en la medición y respuesta a dolor por parte de los sistemas de salud. Aunque las mujeres son las que más padecen enfermedades crónicas que se manifiestan con dolor (por ejemplo, fibromialgia, osteoporosis o lupus), es más probable que sus síntomas sean considerados de origen emocional o psicológico, en lugar de corporal o biológico. De acuerdo con la última medición del Índice de Dolor Haleon 2023, el cual recoge información de más de 30 países a nivel global, una de cada dos mujeres reporta sentirse estigmatizada cuando sufre dolor. Este sesgo muchas veces conduce a diagnósticos tardíos y con ello al desarrollo de problemas de salud más severos, debido a condiciones no tratadas a tiempo.

Dónde centrar los esfuerzos para cerrar la brecha en salud
El dolor representa una carga significativa para la salud de las mujeres, y mejorar los servicios de salud en términos de calidad y acceso es fundamental para abordar este problema. Esto requiere un enfoque integral que reconozca las diferencias de género en la experiencia del dolor y asegure que las mujeres reciban el diagnóstico, tratamiento y apoyo necesarios para gestionar el dolor y mejorar su calidad de vida. En este sentido, es necesario mejorar el enfoque en guías de práctica clínica, entrenar a profesionales de la salud y desarrollar campañas que generen conciencia sobre las brechas de género existentes y el rol de los servicios de salud para hacerles frente.

También es importante abordar las brechas que existen en el campo de la investigación, realizando revisiones y ajustes a protocolos de investigación, considerando el impacto que el dolor tiene en la salud pública y en la carga que conlleva como enfermedad. Aunque las mujeres suelen tener más problemas de salud que los hombres (por ejemplo, pierden más años de vida saludable por enfermedades como la lumbalgia), la mayoría de los estudios tiende a enfocarse en enfermedades con alta mortalidad, ignorando aquellas que llevan a la discapacidad. El 90% de los casos de Lupus, por ejemplo, se presenta en mujeres entre 15 y 44 años. La fibromialgia afecta a mujeres en proporción de hasta 9:1 en relación con los hombres y el 60% de los pacientes con artrosis son mujeres. Estas enfermedades pueden generar discapacidad, lo cual repercute directamente sobre la participación en el mercado laboral y acentúa las inequidades de género que de por sí ya existen en el mercado laboral en América Latina y el Caribe.

En conclusión, abordar las brechas de género en el dolor requiere un esfuerzo colectivo para cambiar la forma en que medimos, diagnosticamos y tratamos el dolor en mujeres. Con una inversión adecuada en investigación y políticas informadas por datos específicos de género, podemos avanzar hacia un futuro donde las mujeres puedan evitar o reducir el dolor y mejorar su calidad de vida.